La Torre de Hércules
La Torre de Hércules es el único faro romano que desde sus orígenes hasta la actualidad ha cumplido con su función primigenia: la de servir de señal marítima e instrumento de navegación para las embarcaciones que en su singladura atraviesan el corredor atlántico.
Esta particularidad lo convierte en un ejemplo excepcional como testimonio único de los numerosos faros que las civilizaciones del pasado construyeron a orillas del mar y que, desgraciadamente, se han perdido en el devenir de la historia, mientras que la Torre de Hércules continua cumpliendo con la misión de orientar y dirigir a los hombres del mar que se enfrentan diariamente con la inmensidad del océano.
El faro fue construido con toda probabilidad en la segunda mitad del siglo I o en los primeros años del siglo II d. C. por el Imperio romano en el finis terrae del mundo conocido, es decir, en el noroeste de Hispania, en la entrada del gran Golfo Ártabro que comprende las rías del Burgo, Ares y Ferrol (A Coruña. España), para acompañar a los barcos que bordeaban el extremo más occidental del Imperio. El lugar elegido para su emplazamiento fue una loma rocosa, denominada Punta Eiras, de casi 57 metros de altura, que se encuentra entre Punta Herminia y Punta del Orzán, dominando el extremo septentrional de la península en la que se asienta la propia ciudad de A Coruña.
Esta singular construcción es de planta cuadrangular de aproximadamente 11,75 m de lado y presenta una altura total de 55 m, de los cuales 34,38 m corresponden a la fábrica romana y 21 m a la restauración realizada en 1789 para modernizar el sistema de señalización marítima. En la actualidad la Torre se levanta sobre una amplia plataforma poligonal de 32,40 m de ancho, que le sirve de base y que fue construida a principios del siglo XIX. Exteriormente, el monumento presenta una estructura prismática sobre la que se dispone un remate torreado octogonal con refuerzos de sección triangular en las esquinas, que suaviza el arranque de la base cuadrada. A este primer cuerpo torreado le sucede otro, decreciente en altura, que sirve de base a la linterna en la que se encuentra la potente lámpara que ilumina con su luz a los intrépidos navegantes.